Lealtad, valor y honradez en el anonimato. Las víctimas que nadie cuenta.
Hoy, 6 de diciembre, vuelvo a aquel edificio hecho escombros por 500 kilos de dinamita y a las 63 vidas que el atentado contra el DAS arrebató en 1989, entre detectives, funcionarios y transeúntes que solo cumplían con su trabajo. No fueron “daños colaterales”, fueron personas de carne y hueso que pagaron con su vida la obsesión de un narcotraficante por doblegar al Estado. A muchos de ellos apenas los recuerdan sus familias y unos pocos compañeros; no tienen apellidos ilustres ni entran en la agenda del día de los poderosos o de las ONG de moda. No llenan titulares ni ayudan a subir el rating, pero su ausencia sigue pesando en cada diciembre y en cada rincón donde aún se extraña su voz. Por eso, hoy el homenaje es íntimo y terco: un recuerdo sencillo para los hombres y mujeres que llevaron en el pecho un escudo con las palabras lealtad, valor y honradez, y murieron en silencio mientras defendían un país que casi nunca los nombra. A ellos, y a sus familias, este pensamiento y este minuto de memoria.

